Cuando un coreógrafo decide coreografiar una música, se enfrenta a un proceso creativo en el que algunas veces tiene la idea de lo que quiere expresar y busca un música de acuerdo a ello y otras sin embargo elige una música y busca lo que quiere transmitir y escribe sus versos en el lienzo en blanco del escenario.
Para coreografiar no vale solo con conocer pasos y mezclarlos un poco al tuntún, de modo que queden mas o menos bonitos sino que además hay que darle ‘alma’ y ‘vida’ a la escena, y para ello es muy importante conocer el espacio escénico donde se va a representar, de cuanto espacio disponemos y como se dispone, en algunas ocasiones he llegado hasta ver como bailarinas eran tapadas por una bambalina o incluso tenían que bailar fuera del escenario porque no se había tenido en cuenta el espacio escénico. Es como si pintáramos en el aire fuera del lienzo, lo primero pues para nuestra composición artística es conocer el espacio escénico.
Es también importante distinguir entre una coreografía para un solista y una coreografía para un grupo, mientras que un solista debe de llenar el espacio escénico ella sola, un grupo tiene que ‘jugar’ en conjunto para lograr un efecto más sorprendente. En muchas ocasiones incluso grandes bailarinas y coreógrafas solistas son incapaces de utilizar la posibilidades que ofrece un grupo en cuando a movimientos, cruces, expresiones, jugar con varios grupos a ‘varias voces’, coros y solistas … y se limitan a hacer la misma coreografía que hacen para ellas mismas, bailada en filas todas al unísono. Para que estas coreografías impresionen ha de ser PERFECTA la sincronía y con un gran número de bailarinas en escenario. En ese caso la coreografía impresiona o mas bien impacta por el trabajo que hay detrás en cuanto a ensayos, pero en cuanto a proceso creativo, creo que falta algo …..