Siempre que se habla por primera vez de la danza del vientre se asocia a una danza eminentemente erótica, tal vez por sus movimientos o tal vez por su vestimenta, pero seguramente sea por la deformidad que se ha hecho de ella a través de Hollywood, como una danza bailada en los harenes para seducir.
La Danza del vientre en efecto es una danza erótica, si el erotismo lo buscamos en nosotras mismas. Si nos fijamos en la etimología de la palabra Erotismo proviene de Eros dios griego del amor y de la encarnación de la armonía y del poder creativo en el universo. En contraposición a Tanatos como impulsos de la muerte o destructor.
Esta danza proviene de una danza de fertilidad del Antiguo Egipto por tanto es una danza creadora de vida, es una danza que construye, así pues cuando la bailamos estamos alimentando nuestro Eros, nos estamos queriendo, estamos creando armonía y belleza. Por ello es una danza que engancha a quien la baila e hipnotiza a quien la contempla, por eso nos sentimos tan bien cuando bailamos, por eso hace que fluyan nuestros mas sinceros sentimientos.
Cuando bailamos no por apartarnos de la concepción vulgar de ‘Erotismo’, eliminemos nuestra expresión de la unidad de nuestro ‘yo’, nuestro Eros como creador de vida, porque entonces quedará una danza sin sentimiento, que no crea ni aporta nada, una danza vacía. Y si está vacía es imposible que emocionemos a quien nos la ve bailar.
Cuando bailemos, dancemos primero para nosotras mismas, ‘Eroticemonos’, creemos y busquemos nuestros mas sinceros sentimientos, llenémonos de emociones, y después propágalos con tus movimientos a tu público, entonces conseguirás emocionarlos.
‘La bailarina ha de bailar como una REINA y no como una sierva del sexo’ (Fathy Andrawis )